Agrupación de danzantes de Huesca
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Vicente Fermoselle (D.E.P)

Vicente Fermoselle Banzo, el último niño danzante
Por Francisco San Emeterio Ortiz, Mayoral de los Danzantes



El pasado día cuatro de febrero nos dejó Vicente Fermoselle Banzo cuando contaba sus 97 años de edad. Conocido por todos es que hace ahora nueve décadas el dance oscense estuvo a punto de desaparecer por falta de danzantes y que en 1933 tuvieron que echar mano del concurso de una quincena de niños para completar los dos exiguos cuadros de danzantes adultos. Varios años hubo que contar con su colaboración, incluso durante la Guerra Civil. Pero una vez roto el cerco de Huesca mantenido por los republicanos y luego terminada la fratricida contienda, nuevos danzantes adultos entraron en el grupo de modo que la presencia de los niños no fue necesaria. En 1939 ya no hubo cuadros infantiles.

Comenzaba otra etapa política en España y con el nacionalcatolicismo impuesto a todos los españoles cambió la consideración que se tenía de los danzantes. Por eso los niños fueron pronto descartados. De todos ellos, muchos con identidades desconocidas, hoy en día, sólo continuarían en activo Victonino Solanes, y Anselmo Esperanza.

En 1933 la señora Pascuala Ramón - madre de Victorino Solanes, uno de los niños danzantes de ese año y que terminaría siendo el mayoral de los danzantes desde 1971 a 2004, su hija Flora y otras señoras confeccionaron a toda urgencia en la trastienda de la Pastelería Tricas los trajes que habrían de llevar los niños. Esta señora, además, se ocuparía en reclutar a los niños danzantes de entre sus familiares y los amigos de sus hijos. El mayoral León Gracia Gracia les enseñaría las danzas a lo niños asistido el primer año por Miguel Viñuales “Michino”, quien se desplazaría desde Sariñena para ello. Muerto León en 1934, sería sustituido por Bienvenido Susín en el cargo. Vicente Fermoselle no formó parte de los primeros cuadros infantiles sino de los de 1937, en plena Guerra Civil. Su padre, Antonio Fermoselle, era amigo del mayoral Bienvenido Susín con el que solía juntarse en el Bar Lizana, sito en la plaza de la que tomaba su nombre. En este bar Bienvenido (guitarra) y el también danzante Germán Estaún Garzo (bandurria) solían amenizar la estancia a los clientes. Bienvenido le propuso a Antonio que su hijo se incorporara al grupo de danzantes. Vicente Tenía entonces trece o catorce años de edad. Los primeros días de ensayo fueron sólo para los niños y Bienvenido los introdujo en el ejercicio de palos, espadas y cintas en su propio domicilio, en la parte baja de la Calle de las Cortes. Luego, cuando ya se sumaron los miembros adultos, necesitaron mayor espacio y los ensayos tuvieron lugar en los claustros viejos de la Catedral. Tanto en su casa como en el patio de la Seo, Bienvenido los hizo evolucionar cantando y tocando su guitarra. Los dos o tres últimos días se sumaron los músicos militares.





En 1937, según la prensa, por miedo a los bombardeos las fiestas oficiales sólo duraron un día, el 10. Aunque la ciudad no fue bombardeada la procesión salió a la calle de madrugada y con grandes precauciones. Las procesiones del Rosario de la Aurora y de San Lorenzo se vieron unidas y salieron de la Basílica a las seis y media de la mañana. Además de los danzantes, con la banda de música participó la comparsa de gigantes y cabezudos. No hubo fiesta en el mercado. Vicente salió bien contento la mañana del 10 luciendo el traje blanco y rosa, zapatillas – todo un poco holgado para su escasa talla de entonces -, palos, espada y espadín que le habían dejado en la pastelería Tricas. Él se había pintado los palos con bandas alternas de negro y rojo, los colores de la Falange.

Danzó en la procesión de subida y, una vez llegados a la plaza de la Catedral, el “Cojo de Ena”, propietario de un almacén de áridos y grano, los invitó a un refresco en un bar próximo. Luego bajó bailando y espadeando hasta la Basílica de San Lorenzo. Entonces fue cuando de un estado de éxtasis laureado Vicente pasó a una honda decepción al anunciarle el mayoral Bienvenido que al día siguiente debería dejar su puesto para que también pudiera danzar Gerardín Campo en la Fiesta del Mercado.

Gerardín era hermano menor del también danzante infantil Félix Campos “Tampos”. Él acató sin protestar la decisión del mayoral pero su frustración debió ser tan grande que en ese momento determinó no volver a danzar más. Al día siguiente devolvió las vestimentas y utensilios tomados en préstamo a la confitería Tricas. Y ya no volvió a salir más con los danzantes. Había actuado tan sólo un día así que su experiencia como danzante fue breve. En la entrevista del 17 de septiembre de 2019, ochenta y dos años más tarde, Vicente continuaba enfadado y convencido de haber actuado correctamente.

No guardaba ni tuvo nunca ninguna fotografía de su corta experiencia en el dance laurentino. Sí recordaba haber tenido como compañeros de dance infantil a los hermanos “Andacá” - Francisco (de 1936 a 1938) y José Bitrián (sólo en 1938) – a Marianito el de la Torre Blanca (no identificado), a Vitorino Solanes y a los mencionados Félix y Gerardín Campos (ambos de 1938). Al dejar al grupo danzante ingresó con otros amigos en las organizaciones juveniles de la Falange, que también llevaban uniforme, aunque de otro tipo. De su participación en los desfiles de los Flechas sí que guardaba con orgullo fotografías y recortes de periódicos enmarcados y colgados como cuadros en los muros de su casa.

A los 18 años comenzó el servicio militar y fue trasladado a África donde fue curado con quinina del paludismo que sufrió. Al volver a Huesca reanudaría sus labores de agricultor y ejerciendo temporalmente trabajos como repartidor de Coca-Cola o de la harinera de José Porta Callén. Siendo un experto en el dominio de los animales de tiro, compaginaría el trabajo en el campo con las actividades de vulquetero –suministrador de gravas, arenas y material de construcción – y, durante las fiestas de San Lorenzo, de mulillero (arrastrador de los toros una vez lidiados y muertos). Como auxiliar de la plaza taurina es esta curiosa labor se mantendría durante al menos cuarenta años hasta que se jubilara estando ya cerca de los setenta.

En 2019, a sus 95 años, gozaba de un aspecto físico y claridad de mente poco usuales para su edad y era frecuente encontrarlo con su bicicleta, o paseando sólo por las cercanías de Salas.

Retazos de una vida.

Descanse en paz.






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